martes, 28 de agosto de 2018

ARROZ TRILLADOS


 

 
 
ARROZ  TRILLADOS
 
 

 

Allá  en la lejanía de las  parcelas de arroz maduro, surcando los  muros de los canales, rosando las hierbas y   las espigas que esperan ser cortadas por todos aquellos sencillos campesinos, que en leguas se dividían el sembradío de  las parcelas,  de aquella comunidad laboriosa, la Soledad, Cotui.  Cuando aún se refleja la infancia tenue e inocente en los rostros de muchos de los amigos, cuyos sueños divagaron juntos, camino de los posos y llanuras,  aquel arroz cortado con las cuchillas que se le veían al hombro de los que trillan  y sacuden al viento tibio las pajas,  hundiéndose en el fango cenagoso y al dorso un gran paquete de espigas rebalsadas esperando quien las buscaras y llevarlas dónde estaba la lona tejida de sacos,   para luego a palos contratados ser trilladas, en los días del calientes sol o en las mañanas frías,  algunas veces una lona de saco la  cubría de la inclemencia de la lluvia,  allí se quedó el sudor,  bajo los tallos del ya cortado arroz, allí se borraron las huellas del dueño y las del labrador.  En la baisa  mas cercana se oía una plena al palo cansado de genito, janga, Pedro patecate, Agapito,  Donato, millo,  Julián y chuvá,  cantaban cómo si con ellos pudieran mitigar el sudor que mojaban sus camisas ya sin color, mas el trillar cuando al lomo el palo rompe el aire fresco que del fundo de paquito surgía, allá en la verde pradera de los altos jabillos y las rojas amapolas,  perfumadas por el leve olor del cacao maduro y en  otras ocasiones el olor de la pajas quemadas  del arroz  ya molido de la factoría.

En medio de los caños y  arroz maduro, se veían los muchachos que anhelosos rebalsan las espigas, casi se hundían juntos a los recuerdos, juntos a los sueños y deseos a lo mejor de otra vida, algunos hablaban de mozas y otros  hablaban de  niñas, aquellas que eran hermosas, aquellas que aún lo son, que adornan con sus risas los patios  de aquella tierra que parecía dormida al tiempo, cuando sus chuchos de carreteras, un muro de hierbas las peinaban. Allá en la distancia cuando la guagua grande  blanca de don patica, su bocina al sonar retumba, llamando al viajero a despedirse, para ir en lejanía y dejar el amor que tenía y dejar aquella tierra querida,  quizás sin saber de quién era más la melancolía, si  de quien se queda o del que a lo mejor se aleja.

Oír el canto de la  sirena que de una factoría salía, anunciaba al campesino que comienza  o termina el día,  a veces  me embelesaba en mirar a las mozas con sus latas de aguas en las cabezas,  sobre el paño de babonuco, que en filas india y juntas alegres venían  dejando atrás el perfume de  sus cuerpos sudados, dejando atrás sus risas.   Se quedaron las huellas del cortador y se quedó el samao del trillador y junto a ellos el humo de las pajas quemadas de las baisas,  al  bramar de las vacas que sus hierbas de los muros comían.

Pensé que la infancia era eterna,  que los campos de arroz tal vez  no se irían, que los canales seguirían sus cursos buscando al río,  que los hombres no envejecerían, que los padres no morirían, que el viento siempre soplaría, que las naranjas y mangos en los fundos se quedarían, que las lluvias y truenos seguirían, que siempre habría que sacar las hiervas del arroz preñados,   que en los muros todas las historias de las noches pasadas se quedarían  cuando alguien las contaras,  que las garzas estarán tras el tractor que rompe la tierras, que el sonido del motor que rocía el producto al nacido arroz se oirían,  que las madrugadas permanecieran al mojar las parcelas y al hombro una pala,  que las pulpería seguirían vendiendo el pan y las masitas, que todos los veranos irían  las mozas a saciar el calor desfilando por los  montes hasta llegar al río.

Allí se quedaron las huellas de la infancia y la adolescencia, para muchos allí se quedaron sus deseos, pisando las sueldas y las hierbas pangolas, bajo las palmas en la cuaba, con el trinar de las cañas bravas de las orillas y bajo la sombra grande de las castañas de los caminos, se quedarán,…… se quedaran dormidas.

A  la reminiscencia de todos los hombres valiosos  de los  campos.
           
 

DNCD y la Armada ocupan 193 kilos de cocaína en costa La Altagracia

 
DNCD y la Armada ocupan 193 kilos de cocaína en costa La Altagracia
SANTO DOMINGO.- La Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), la Armada y el Ministerio Público ocuparon 193 kilos de cocaína en la costa de la provincia La Altagracia.
En el operativo fueron apresados dos venezolanos que se encontraban en las proximidades del lugar.
Además de la droga, las autoridades ocuparon una pistola, cuatro motores fuera de borda, la embarcación y equipos de navegación, entre otras evidencias.
por: Jhony trinidad, almomento.net

jueves, 3 de agosto de 2017

CHARLA, EN LA CANCHA DE LA SOELDAD LA BIJA, PROV. JUAN SANCHEZ RAMIREZ



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CANTO DE MI CAMPO

EL CANTO DE MI CANTO
En el alba de una tibia mañana, emerge el sol que con sus rayos rojizos adsorbe el breve rocío de una noche, que se despide suntuosa y anhelante en que vuelva el crepúsculo y disfrutar del placer del cosquilleo, de los mozos enamorados y gustosos, admirados de la luna y las estrellas.
Cuando mansa y prudente cruzan las primeras aguas, de una lluvia en las montañas y el sentir de las ráfagas de viento, que llevan con sigo el olor, abanado de los valles.
Los cantos sin tristezas de las aves cruzando el cielo que amaneció azuloso, más las dulces melodías del ruiseñor, que como poeta derrochas versos al aire con sus cantos.

HISTORIA SOMERA DE LA SOLEDAD, COTUI, RD.


Ezequiel Rondon Ortega agregó 2 fotos nuevas.
LA SOLEDAD, COTUI Y SU HISTORIA
La Soledad, cuyo nombre se proliferó, debido, a las pocas  viviendas y ranchos que habían a lo largo del camino, los transeúntes por ser un predio vacío y llano así le nombraron. En su inicio era una pequeña comuna, por allá en los años 1905, de la Provincia Juan Sanchez Ramírez, con su municipio cabecera Cotui, Provincia que  lleva ese nombre debido al General y Gobernador de la Isla la Española, la que luego se llamó Santo Domingo de Guzmán, JUAN SANCHEZ RAMÍREZ, oriundo de la Villa de Cotui. Más tarde la nueva y creciente Sección de Villa La Mata, qué por sus llanuras y tierras fértil en la producción de arroz, maíz, cacao y otros rubros de gran importancia para su desarrollo económico de la región, tierra irrigadas naturalmente por el rió Yuna. El Municipio de Villa la Mata, es uno de los municipios más joven, que conforma la Provincia Gobernador Juan Sánchez Ramírez, haciendo que familias procedentes del valle Real, que era la vega, en razón de que villa Cotui fue un municipio de esa provincia, hasta el 1943, cuando pasó ser municipio de la Prov. Duarte, hasta el 1954, que luego  fue elevada a Provincia,  llegaron por igual desde Fantino y San Francisco de Macorís, y san juan de la maguana, se quedaran en ella y establecieran sus primeros negocios. La Soledad se formaliza en un paraje. Es necesario mencionar, que los primeros que habitaron la Soledad, vivían en la rivera del río Yuna, quienes eran mas productores de  cacao y agricultura, las frecuentes crecientes del río Yuna,  provocaron el traslado hacia tierras mas abiertas y altas, ubicándose algunas familias como lo fueron los Santos, los Nuñez, silvestre, Herrera, Rondón, Sanchez, Diaz, Hernandez, Ortega,  castro y otros Apellidos, en el camino real, que daba paso desde cotui hasta la Villa de Barbero, (Pimentel), hoy carretera cotui-pimentel, limitando desde el alto de los higueros, todo el canal mayor, hasta la factoría de arroz antiguo los españoles, toda la cuenca del río yuna, haciendo frontera con chacuey, y rancho arriba. La soledad, cuando aun los terrenos eran comuneros, sin registros de títulos, mas que por bonos o mojones como eran llamados por los españoles, en la actualidad palizadas o epekes, (epeques), convirtiéndose años mas tardes en reformas agrarias arroceras, naciendo así el canal Mayor, que mojaría todas las tierras de irrigación de la Soledad y la Bija, como desagüe nace Calabasito y bomita. La Soledad duró pocos años cómo comuna, ya que la Sección de Villa la Mata se hiciera Distrito Municipal de Cotui, gracias a su crecientes población joven y las muchas edificaciones pasa en ser hoy, la principal sección del Distrito Municipal de Villa la Bija, creado mediante ley en el 2005. La Soledad tubo su auge en los años 70 y la década de los 80, con la migración hacia los EEUU. de la nueva generación de sus pobladores. No hay una fecha cierta de los años en que ésta tiene de fundada, pero si se piensa qué para los años después de la restauración habían dispersos moradores. En La Soledad, se están desarrollando figuras, intelectuales en el ámbito jurídico, escritores, como es preciso con toda humildad, destacar al militar, Abogado y escritor, su servidor, nacido de la entrañas de La Soledad, en el magisterio, medicina, contabilidad, mercadeo, política, técnicos y otras ciencias del saber humano, llevándola a que ésta sea una sección con alta tasa de profesionales en diferentes áreas, del Distrito de la Bija. A si mismo las otras Secciones llevan un constate desarrollo humano muy importante por igual en lo profesional y lo estructural, que fue lo que ayudó vertiginosamente la elevación del Distrito Municipal del la Bija y el desarrollo de nuestro Distrito. Nos permitimos sugerir con toda humildad que  nos pueda caracterizar, que en un próximo siclo de la sala capitular de nuestro joven Ayuntamiento de La Bija, la Soledad sea tomada en cuenta para la construcción  de un pequeño parque infantil, dónde los niños,  el futuro del mañana puedan recrearse y tener como gratos recuerdos el haber nacido de nuestra hermosa tierra, en virtud de ser ésta una de las secciones con más habitantes, y tanto el distrito como el municipio de la Mata no cuentan con ellos.
esperando que alguien puedas contribuir, con estas someras reseñas históricas de La Soledad.

DON CHEO

DE ALGUIEN MUY CONOCIDO
Un día quizás que se fue lejos, vi bajo el sol fulgurante y la brisa con olor a fango que de las parcelas salía, cobijado por las grandes ramas de almendra, frente al club Domingo Herrera, próximo a la tienda de porfirito, allá en la Soledad mi soledad, a lo mejor eran los días del verano, aquellos días dónde el fogoso candor de las hembras risueñas, hacen planes para ir al río y suavizar el calor de las horas frondosas mojando sus berguenzas escondidas, mostradas a las piedras y las orillas, estaba sentado frente de su amiga carretilla, Don Cheo, si, así todos le conocen, o Cheo el de María, quien con una leve mirada y ligera sonoriza, pareciera hablar con sus naranjas, que pelabas , desnudando sus dulzuras, muchos hombres de valor hacían allí su tertulias, como si el tiempo no corriera, dejando el polvo de los camiones cargado de arenas, o de las grandes guaguas, con aquella aroma revuelta en las flores, de aquéllos que viajan, hacía tierras lejanas de las nuestras, en días se le veía dormitar, sin miedo, a pura conciencia, aveces interrumpida por algún cruzante transeunte, que desgutar una dulce naranja quería, yo no lo niego cuando vagabundo circundabas el lugar, con una ruedas o gomas viejas a galopes, o montado en algún caballo, dónde Emiliano y Millon, llevando de cacao o carbón una carga. En otras ocasiones cuando en el confuso y alegre, ruido del play, de todo aquel que se daba cita y ver el juego, de los equipos, el casino, la soledad y pueblo nuevo, quien junto a la gina grande, se situaba, cominando a sus naranjas que dulces y jugosas fueran a quienes las compraran, cuantas algarabías, de las muchachas que hoy son señoras y señoras que a lo mejor ya no están, dónde estaba carmen -masole, mi madrecita, con un vidon, vendiendo de limones jugo en un jarrito. Allí veía a Don Cheo, quien ni guapo, ni contento acariciabas, despacito sus naranjas.
Mi cariño, respeto y admiración Don Cheo.

viernes, 21 de octubre de 2016

HOMENAJE AL HOMBRE DEL CAMPO


AL  VIEJO  LELO...

Sentado algo desvencijado, estaba  el viejo  Lelo, no supe su nombre, ni sus apellidos, sólo así  le conocí,  bajo la mata del almendro allá, en la entrada de los Saldaños, tan viejo como el tiempo, miraba en la profundidad del horizonte, cualquiera pensara que veías  a las aves volar y mas al pasar varias garzas  blancas que radiaban a luz del fulminante sol de la tres de la tardes del mes de septiembre, de un año dónde yo  apenas era niño,  una hora que  los hombres del campo a veces llegan a maldecir,  por quemarle las costillas mientras sacan las hierbas  del rubro del arroz, de las yucas y las batatas, yo que desde la infancia lo ví, cuando con pasos obligados mansos junto a serafín, caminaban como los vagones que un viejo y destartalado tren arrastra hasta el fin del fogón de las quemas de las cañas, parecería qué el olor a humo y las frutas del jobo no le llegara, pues fija su rumbo saludando cuanto en el viejo  carretero encontrara a su paso, con un machete bien amolado y embaquetado bajo el sobaco izquierdo, con la fuerza de un tronco viejo, descarado, pero con un corazón tan recio, tal piedras de arrecifes de un mar turbulento.

Esa tarde lo vi y lo observé cómo aquel niño que nunca  vio un bisabuelo  y  noté sus ojos que la luz del sol le hacía ver galanos con nubes grises en su derredor y lo salude tímidamente,  mas luego supe que él no escuchó, porque seguía inerme al tiempo que quizás se le iba con las horas y me pregunté ¿qué pensará   su mente vieja  igual  que el pueblo?, tal vez en la novia que no vivió, la mujer que nunca tuvo, la madre que pudo adorar o el padre que se fue sin él nacer, la casa que no edificó, la siembra que no cosechó o aquella que anheló,  el amigo que se perdió en la infancia vagabunda de los años reprimidos de la historia  de los tantos malos  dictadores, de las frutas que sólo en aquellos tiempos habían,  de los días de lluvia, de calor y frio, de hambre y más que todo soledad. Allí está Lelo, que la brisa le rosa la piel ya sin brillo, llenas de curvas y montes de las tantas picadas de avispas y quizás de martirio. A veces creo  que vivió  una vida que sólo en él fue verdad, plasmado en una mancha seca de un espejo que un día será borrada, entre Dios, el cielo y la tierra.

Allí viene Lelo, con sus pasos desvencijados,   cual  si los años en él le hicieran bailar  la música que su mente escucha, muchos decían  que había nacido cuando Lilis, o cuando Mon Cáceres gobernó,  su cejas copiosas cómo nubes grises al igual que las pestañas sus ojos escondían,  una cachucha en su cabeza y aquellas camisa a rallas, igual  de la  que  usó a lo mejor  el español Lucilo Palmero, o Juan Sánchez Ramírez, quien sabes, dicen que no tuvo hijos, otros que  no se casó,  a lo mejor quien sabes,  a veces  llegué  a creer que se había cansado del tiempo que cruelmente le hacía ver morir quizás a quienes más amó, quien sabes,  yo lo vi cuando cargabas en su hombro algún saco lleno de viandas, o algún racimo de plátano tendido en un yaguacil caído de cualquier palma del camino,  para cambiarlos por arenques, maíz secos, bacalao, un  poste de algún ron que sorbía sin dolor, ni sabor cuando lo destapaba, escapando una leve sonrisa de satisfacción frente a mí,  que con un trapo le quitaba el polvo de la carretera a la botella, que llevaba en el tramo mucho tiempo en la pulpería que yo atendía por allá en los 90, cuando casi nadie pensaba en el dos mil,  y una tercia de gas,  lo veía que lentamente echaba en su saqueta,  lo que había cambiados o comprados, arreglaba su colin embaquetado y mirando por la visera de su gorra vieja me miraba y con dos lentas señas se despedía,  dando la espalda hasta que lo dejaba de ver  al doblar de la esquina de doña concha y  doña minga, yo pensaba  por qué tanta soledad y volver al monte de dónde surgía,  recuerdo que mi padre era casi viejo cuando lo vi morir y  aun así,  después  de eso seguí viendo a Lelo tan ajado cual frutas marchitas   como el primer día. 


Homenaje   al hombre del campo.