jueves, 26 de julio de 2012

Por: EZEQUIEL RANDOL ORTEGA
LA CARTA QUE NO LLEGO A   LEER
Hola, distinguida, para mi es de beneplácito el poder escribir estos párrafos, los cuales han salido de lo más remotos pensamientos,  con ellos he pedido saber de ti, pues con ellos están guardado lo sentimientos, sentimientos empolvados, os pido al  Dios del cielo que colme con ternura sus días y que le dé regazo en su corazón, que aunque el mío este desecho, es decir hecho pedazos, pido descanso y alborada para aquella quien fuera mi amada en silencio y mi amor.
Guardé rencor y quizás  sin razón, será porque la comparo a cada instante con la lluvia cuando caer en mañana risueña, con la niña que pasa de la mano adjunto de su madre, será aquella que de vez en cuando me mira.
Yo la busqué incesante que hasta envejecí, solo por ver su rostro ruiseñor, cuando le solía dar el viento caliente  en alguna tarde de verano, camino de la escuela, trillo que sigue allí perenne como perenne siguen mis sentimientos.
Cuanto suspiré, al horizonte, cuanto añoré  tocarle, cuantas veces quise hablarle de mi amor, pero el destino me olvidó y sólo me dio dolor del grande, bramé en noche como las aguas de algún rio revuelto, bramé como el buey en celo.
Le pregunté al mundo por ti  y hasta él se negó, el tiempo contrapiró hasta envejecí esperándote a ti, las piedras blancas de mi río preguntaban, y hasta tu nombre decían, canté con las aves, canté al viento por si me escuchara, sólo sufre en largo  tormento.
Esta es la carta que se quedó sin leer, porque había quedado en el olvido en uno de los rincones de mi corazón, será porque nunca la había dicho. Sentí celo inmenso, como siente los machos de sus hembras, sentí  celo  como  el mar de las arenas, sentí celo de sus besos y no eran mío, ¡ay de mi alma se decía en lamento. Hasta cuando tendré yo este tormento.
Tenía amor rebosante, fui el ruiseñor que cantaba asola, mal de mis ojos en día por verte, mal de mis labios y pronunciar tu nombre no podían, sólo la quise tanto que, envejecí esperando algún amor así como el tuyo, que fuera así como tú, que fuera tu.
Esta es la carta que nunca se leyó, será porque no la había dicho, o quizás tenía miedo,  miedo del deprecio, miedo de no tenerte, miedo de no verte, ¡ay de mi se dijo en lamento! Será que ella no sabe que tanto la quiero, si pudiera decírselo, como se lo diría, acaso me querrá escuchar, acaso querrá leer esta carta, a lo mejor esperaré su deprecio.
Esta es la carta que la disipó el viento, la que nunca sus ojos vieron, quizás fue que no la escribí, o tal vez nunca la envié. A lo mejor ella no sabía que  la amé con devoción, que mi alma estaba desecha, será que nunca se lo dije. Si ella supiera que le escribo, que la extrañé en mis días desiertos, viendo su alegría.
Esta es la carta que nunca escribí, quizás por miedo de quien   aun no lo sé, envejecí esperándola, y me fui, en lejanía vivía mi vida, extrañándola, quizás ella no lo sabía ¡ay de mi vida! Si ella supiera que la quería, cuando se lo diré, querrá ella escucharme, quizás no, o a lo mejor sí, bueno mientras vagué en mi mundo de la soledad, que fue mía.
Un día habría  de irme de este mundo y no la volveré haber, sin decirle lo tanto que la amé, porque la amé, a lo  mejor en silencio, quizás si o tal vez no. Sólo ella lo sabe, pedí volver a encontrarla y guardé estas letras, por si algún día alguien la ose en leer, se lo diga, o ella también, cuando la lea comprenderá de mi amor en silencio, y así sin tenerla  me lleva la vida, iré feliz porque ya ella sabe lo que sentí, y lo que siento.
Solo la  querría,  sin importar de sus amores, sin importar de mis rivales, ojalá no supiera y la perdonaría ojalá,  no sabía que la amé en agonía, ojalá y la perdonaría y aunque no fuera así, mi corazón  la perdona y la querría.                   yo la amé.
1993.  la carta  que se quedó sin leer,  a la memoria de la señorita M. T. M.R. La Soledad Cotui, Rep. Dom.

                               

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